30/06/2024

Notas de investigación

A 5 años del estallido, el fin del malestar: riesgo y peligro en Chile

¿Se puede seguir hablando de ‘malestar’ en la sociedad chilena después de las múltiples situaciones críticas que hoy atraviesan la vida cotidiana? La respuesta es no. Por mucho que la esfera pública y la academia hayan hecho uso de este concepto —en algunos casos para anticipar la crisis generalizada, en otros para interpretarla ex post— suponer que ‘malestar’ es lo que hoy define a la sociedad chilena es o un error o una ironía. En el trasfondo del malestar, múltiples riesgos y peligros se incubaron desde fines del siglo XX, y para fines de la segunda década del XXI, ellos ya eran explícitos, incluso para los propios actores sociales. El estallido social fue su umbral crítico: lo larvado se hizo evidente, el malestar comenzó a ser vivenciado como riesgo y peligro.

Autores
  • Aldo Mascareño

    Investigador C22

  • César Gamarra

    Investigador Asistente C22

  • Juan Rozas

    Investigador Asistente C22

A 5 años del estallido, el fin del malestar: riesgo y peligro en Chile

A 5 años del estallido, el fin del malestar: riesgo y peligro en Chile

 

Problema

El 18 de octubre de 2024 se cumplen 5 años del estallido social. Han sido los años más convulsionados en la historia reciente de Chile. Esa historia inició el 18 de octubre de 2019 con múltiples demandas legítimas y distintas formas de violencia ilegítima. Siguió con la pandemia y sus múltiples efectos, desde más de 50.000 muertes por el virus hasta la precarización de las condiciones de vida, creciente inflación producida por aumento del gasto público (especialmente retiros, también bonos), quiebre de proyectos familiares y de vida, desempleo, reducción del crecimiento y de las expectativas económicas. Continuó con un proceso constitucional refundacional y la eclosión de una política de la identidad conservadora, confrontacional y excluyente, para desembocar en otro proceso con las mismas características. Entretanto, la ola migratoria más masiva del último siglo puso en jaque las capacidades institucionales de inclusión social del país. Un sistema político fragmentado, incapaz de sacar adelante reformas urgentes, ha contribuido a la falta de futuro; su confianza es la más baja en la historia. Paralelamente, la violencia delictual se volvió cotidiana. En el sur de Chile la ejercen grupos armados a punta de atentados y muertes; y la violencia del crimen organizado dejó de circunscribirse a Netflix y se comenzó a experimentar en las calles del norte, centro y sur del país.

¿Se puede seguir hablando de ‘malestar’ en la sociedad chilena teniendo en cuenta todo esto? La respuesta es no. Por mucho que la esfera pública y la academia hayan hecho uso de este concepto —en algunos casos para anticipar la crisis generalizada, en otros para interpretarla ex post— suponer que ‘malestar’ es lo que hoy define a la sociedad chilena es o un error o una ironía.

Malestar es una sensación indefinida que anuncia la presencia de algunos vacíos, exclusiones o problemas que, si son resueltos, el mundo funcionaría de acuerdo a la expectativa. El malestar fue el diagnóstico, preciso y acertado en su momento, del Informe de Desarrollo Humano de 1998 (PNUD 1998), cuando el malestar comenzaba. El crecimiento económico y la democratización iban en alza en la década de 1990, pero eran necesarios algunos ajustes en las instituciones sociales que, de realizarse, podrían controlar las causas del malestar, aquella “expresión larvada de la inseguridad y la incertidumbre” (PNUD 1998, 17; nuestro énfasis). ‘Larvada’ es una sensación que no se manifiesta abiertamente. Existe, no hay duda, pero es a lo más una actitud, no una conducta. Está sublimada —diría Freud (2017 [1923])— en forma de acción culturalmente aceptable. Hoy no hay malestar larvado; este se ha transformado en múltiples riesgos inminentes y peligros explícitos.

 

Análisis

Ya en la década de 1990, pero sobre todo desde la de 2000, se diseñaron diversas reformas institucionales para procesar el malestar. Ejemplos de ello fueron transformaciones en Fonasa, el sistema Chile Solidario, el seguro de desempleo en economía, el plan AUGE en salud, el pilar solidario en pensiones. Sin embargo, la reacción institucional no tuvo el mismo ritmo de crecimiento que las expectativas de nuevas generaciones que se habían formado en democracia y en las posibilidades que abría el mercado a tasas sobre el 5%. La carga entonces adquirió múltiples dimensiones: la sensación de inclusión se alejaba a medida que aumentaban las deudas por consumo, por educación, por salud. Nuevas generaciones experimentaban disonancia entre sus niveles de estudio y sus inserciones laborales; las generaciones mayores no lograban seguridad para una vejez tranquila según lo esperado; para todos una enfermedad grave podía significar un impacto familiar irrecuperable. Entonces, la decepción, que comenzó experimentándose como malestar larvado, comenzó a manifestarse de manera abierta, en protestas espontáneas como las de Transantiago, en protestas masivas como las de 2006 y 2011, en un estallido como el de 2019.

En el trasfondo del malestar, múltiples riesgos y peligros se incubaron desde fines del siglo XX, y para fines de la segunda década del XXI, ellos ya eran explícitos, incluso para los propios actores sociales. El estallido social fue su umbral crítico: lo larvado se hizo evidente, el malestar comenzó a ser vivenciado como riesgo y peligro.

En la diferencia entre riesgos y peligros siempre hay una anticipación de posibles daños futuros: “La distinción presupone que en relación con daños futuros existe inseguridad. Hay dos posibilidades. El daño es visto como consecuencia de una decisión, en cuyo caso hablamos de riesgo, de riesgo de la decisión. O el daño es observado como algo externo que proviene del entorno. En tal caso, hablamos de peligro” (Luhmann 2003, 30-31). El riesgo siempre depende de una decisión, propia o ajena, pero en la que de algún modo uno mismo está involucrado. Se puede decidir por un colegio u otro, un trabajo u otro, por un sistema de salud o previsión u otro. Sin embargo, las limitaciones institucionales hicieron que cualquier decisión (en educación, salud, previsión, empleo) no lograra ofrecer expectativas de seguridad. Entonces, la inseguridad se transformó en riesgo. El peligro, en tanto, surge cuando el afectado no tiene ninguna participación en la decisión, sin embargo, sufre directamente sus efectos en forma de daño directo o del temor permanente de que ese daño se haga real en el próximo paso, en el siguiente tránsito a casa, la próxima vez que se abra el portón. Esto aconteció particularmente con la sensación de incontrolabilidad de la delincuencia y las evidentes o potenciales consecuencias de la corrupción para las propias posibilidades de inclusión. La Figura 1 muestra riesgos y peligros de la sociedad chilena en el siglo XXI.

 

Figura 1. Principales problemas de la sociedad chilena (1994-2023)

Fuente. Encuesta CEP (CEP 2024).

 

La Figura 1 observa algunos de los problemas principales que, para la ciudadanía, el gobierno debiera dedicarse a resolver. Como se aprecia, la percepción de riesgo en problemas de salud se mantiene más o menos constante en el tránsito del siglo XX al XXI, pero asciende hacia 2013 por brotes de virus Hanta y la pandemia en 2020. La percepción de riesgo en problemas de educación se incrementa desde 2000 hasta 2011 (una década de movimiento estudiantil secundario y superior), luego se mantiene alrededor del 40%, con un alza sobre 45% en pandemia. La percepción de riesgo en pensiones, medida desde 2017 y que llega al 60% en pandemia, está en la decisión de mantener los ahorros o retirarlos. Las secuelas las sufrieron todos en forma de inflación: para quienes retiraron y quienes promovieron los retiros la inflación fue una consecuencia de su propia decisión; quienes no lo hicieron, vivieron un peligro en el que no tuvieron participación. El empleo es el único aspecto en que la percepción de riesgo desciende, con alzas por efectos de la crisis subprime y también en períodos de crecimiento bajo en los que Chile no fue capaz de superar el aumento de la población con un PIB per cápita estancado.

Los problemas de delincuencia y la corrupción no son riesgos, son peligros, los agentes del daño son en principio desconocidos. Los afectados no participan de la decisión de delinquir o de corromper, solo sufren las consecuencias y los daños manifiestos o potenciales, como el temor, la experiencia de indefensión, la injusticia de la exclusión o del mal uso de recursos públicos a los que el afectado ha contribuido por la vía de impuestos. El mayor peligro es la delincuencia, constantemente alta en toda la serie salvo durante el ‘control natural’ de la pandemia. En las últimas mediciones oscila entre el 50% y 60% como el principal problema a resolver, es decir, como el principal peligro para los ciudadanos. Y la corrupción tiene un nivel bajo hasta 2015, el año del caso CAVAL. Desde ahí hasta el reciente caso Hermosilla, se aprecian peaks correlacionados a distintas situaciones institucionales de corrupción ocurridas (en Carabineros, las Fuerzas Armadas, en el escándalo de fundaciones y en otros ya mencionados).

Conceptualmente, la contracara del riesgo y el peligro es la confianza que las personas depositan en las instituciones sociales para el control de tales riesgos y peligros. Esta confianza institucional tiene una doble dimensión. Por un lado, se asienta en la expectativa de que estas instituciones eviten los riesgos y peligros antes de que ellos se transformen en daños manifiestos. Por otro lado, la confianza también se alimenta de la contribución que las instituciones sociales puedan hacer para restablecer la regularidad de la vida si el daño ya se ha producido. La Figura 2 muestra la confianza en algunas instituciones seleccionadas sobre este tema desde el inicio del siglo XXI.

 

Figura 2. Confianza en instituciones en Chile (2002-2023)

Fuente. Encuesta CEP (CEP 2024).

 

La baja confianza en los tribunales de justicia, el Ministerio Público, el Gobierno, los partidos y el Congreso durante la última década, muestra una profunda decepción de la sociedad chilena en relación con las capacidades de sus instituciones sociales para prevenir riesgos y peligros. Se produce un quiebre intenso entre individuos y las instituciones encargadas de restaurar las expectativas normativas defraudadas en Chile. Ellas no han sido capaces de controlar la delincuencia y la corrupción (tribunales, Ministerio Público) ni de diseñar las alternativas institucionales para satisfacer esas expectativas (partidos, gobierno, Congreso). La confianza de nivel medio en instituciones de la sociedad civil puede mostrar que la expectativa de inclusión social se ha desplazado a ellas, sin embargo, la confianza en estas también es limitada y con tendencia decreciente. Asimismo, la alta confianza en las instituciones de seguridad —solo interrumpida por el estallido en las últimas décadas— indica una expectativa ciudadana: sin resguardo del orden público, en último término de la vida ante los peligros de la delincuencia, la violencia y el crimen organizado, cualquier sociabilidad, inclusión o expectativa no son posibles, porque el riesgo y el peligro las consumen.

 

Conclusiones         

En esta Nota de Investigación hemos argumentado que frente a las múltiples situaciones críticas que se han incubado en las últimas décadas y que han cruzado su umbral crítico desde el estallido social de 2019 hasta hoy; también ante la valoración ciudadana de problemas urgentes en delincuencia, corrupción, educación, salud, pensiones, y ante la permanente desconfianza en las instituciones sociales encargadas de resolver estos problemas, hablar hoy de ‘malestar’ en relación con problemas que ya son evidentes parece un eufemismo.

Concebir la situación actual bajo el concepto de malestar solo sería posible si las instituciones sociales, a pesar de debilidades, estuvieran cumpliendo su función de transformar satisfactoriamente exclusiones en inclusiones; si las instituciones políticas, a pesar de controversias y disensos democráticos, acordaran reformas sustantivas para mejorar el rendimiento de ellas; si las instituciones jurídicas, a pesar de vacilaciones, restauraran las expectativas normativas defraudadas por la delincuencia y la corrupción incrementando la sensación de seguridad y justicia. Pero nada de eso ocurre en la actualidad. Puede haber malestar sobre problemas latentes, aún no manifiestos, en tal sentido larvados, como lo que acontece con la inteligencia artificial y el control tecnológico de la vida, pero no existe latencia cuando el malestar se ha transformado en daño.

Sobre los problemas clásicos de la modernización chilena de décadas recientes, hoy no hay malestar, sino riesgos y peligros que producen profundos daños en la situación cotidiana de las personas, en sus proyectos de vida y en las posibilidades de un futuro acorde con las expectativas que la misma sociedad ha abierto desde 1990 en adelante. Los riesgos y peligros actuales exigen: a) decisión política para elaborar reformas profundas y consistentes, para lo cual es preciso abandonar la política adversarial de corto plazo y reorientar los acuerdos hacia fines tecnificables, concretos y alcanzables; b) exigen asimismo alto conocimiento y eficiencia institucional para diseños que satisfagan las expectativas de inclusión y controlen los daños que muchos experimentan; c) es necesario también dejar atrás el arcaico juego de suma cero entre Estado y mercado y reemplazarlo por formas de cooperación y competencia entre agentes públicos, privados y de la sociedad civil que eviten ser capturadas por los peligros y la injusticia de la corrupción; y d) el momento igualmente exige convicción política para hacer funcionar a capacidad plena el Estado de derecho de modo que resguarde las libertades más básicas y logre hacer a cada cual responsable de su propia producción de riesgos y peligros. A esto puede denominarse reconstrucción del futuro, una técnica de apropiación de las posibilidades concretas del presente para manejar la inmanente oscilación e incertidumbre del futuro.

A cinco años del estallido social, el malestar es la descripción a estas alturas histórica del inicio de un proceso que en las décadas recientes se hizo cualitativamente complejo e imposible de resolver sin reformas profundas y coordinadas paso a paso que sepan manejar temporalmente riesgos y que enfrenten los peligros con decisión a pesar de costos políticos de corto plazo. El malestar es una semántica que puede seguir aún presente en la sociedad, pero cuyas condiciones estructurales han pasado a la modalidad de riesgos y peligros que se experimentan como daños vitales.  Un ‘malestar’ puede pasar solo, o se puede solucionar con unos pocos medicamentos y quizás algo de terapia para las decepciones. Pero los riesgos y peligros producen daños personales y sociales sistemáticos y muchas veces irreversibles que requieren cirugía política e institucional profunda, una que permita reconstruir la expectativa de que las instituciones sociales efectivamente son capaces de reducir riesgos, minimizar peligros y evitar daños.

Este tránsito del malestar a los riesgos y peligros requiere de investigación detallada para discernir sus interacciones complejas, los umbrales ciudadanos e institucionales que no es posible rebasar para no tener nuevos eventos como los de 2019, pero sobre todo para evitar los daños irreversibles antes de que se produzcan y para restaurar las condiciones de vida a quienes ya han sufrido o siguen sufriendo estos daños. Una investigación futura de nuestro equipo indagará en este vértice, tanto en términos de conocimiento sobre los procesos críticos chilenos como en cuanto a las formas en que la política y las políticas públicas pueden enfrentar riesgos y peligros de manera más efectiva que lo hecho hasta hoy.

 

Referencias

CEP 2024. Encuesta CEP. Centro de Estudios Públicos. Disponible en: https://www.cepchile.cl/opinion-publica/encuesta-cep/  [30 de junio 2024].

Freud, S. 2017 [1923]. Das Ich und das Es. Stuttgart: Reclam Verlag.

Luhmann, N. 2003. Soziologie des Risikos. Berlin: De Gruyter.

PNUD 1998. Las paradojas de la modernización. Informe de Desarrollo Humano, PNUD. Santiago: PNUD.

 

Agradecimientos

Los autores agradecen a Sebastián Izquierdo y Macarena Lescornez por sus comentarios a una versión previa de esta Nota de Investigación. Fotografía por Zac Durant (Unsplash).

Autores
  • Aldo Mascareño

    Investigador C22

  • César Gamarra

    Investigador Asistente C22

  • Juan Rozas

    Investigador Asistente C22