1/10/2021

Columnas

Esa realidad sagaz

El Mercurio, 30 de septiembre 2021
Autores
  • Leonidas Montes

    Director CEP

Esa realidad sagaz

Como las reglas son necesarias e indispensables, deben ser respetadas. En Chile esto último ha sido vulnerado.

Si el país está mejor, es evidente que la política no lo está. Los enemigos de la libertad, los paladines de los resquicios y muchos parlamentarios en campaña electoral nos recuerdan esta triste y dura realidad.

Ya en el año 1513, Maquiavelo, el padre de la ciencia política moderna, hace un llamado a pensar en la verità effetuale della cosa, a ver la realidad política tal cual es: una lucha por el poder. Muchos, nos dice, “han imaginado repúblicas que nadie ha visto jamás”. Embelesados por la ingenuidad, tampoco ven la realidad de nuestra naturaleza humana.

Partamos por lo último. Los seres humanos somos, siguiendo a Nicanor Parra, un embutido de ángeles y bestias. Uno de los grandes logros de pensadores liberales como David Hume y Adam Smith fue constatar esta realidad y amortiguar sus consecuencias. La naturaleza humana es compleja. No es pura y diáfana como los promotores del buenismo imaginan. El interés propio tiene sus virtudes, pero también sus defectos. Por eso necesitamos reglas de justicia.

David Hume argumentaba que la justicia es una virtud “artificial”, esto es, una creación humana. No cae del cielo. Y para pensar sobre las reglas de justicia, debemos suponer que todos somos unos astutos bribones (es el sentido de su famoso sensible knave). En términos muy simples, el Estado de Derecho y las reglas que sostienen el edificio de la sociedad son humanos. Y como las reglas son necesarias e indispensables, deben ser respetadas. En Chile esto último ha sido vulnerado.

Sin desconocer el contexto, en los hechos nuestro parlamentarismo de facto violó la iniciativa exclusiva presidencial en materias económicas. El primer retiro, como muchos anticiparon, fue la compuerta que abrió ese río. No se respetó esa regla constitucional que fue fortalecida por Frei Montalva en 1970. Se ignoró la evidencia. Se despreció a los expertos. Los economistas fueron ninguneados y acusados de insensibles. Y, vaya sorpresa, aumentó la inflación. Una sagaz tinterillada echó por la borda esa sana regla que asigna la responsabilidad fiscal a la Presidencia y no la diluye en una mayoría de parlamentarios que, como diría Maquiavelo, persigue mantener o aumentar su poder. Lo que está sucediendo en la Convención Constitucional también es inquietante. El quorum de dos tercios para la regla de votación, que aprobamos en el plebiscito, fue transgredido por razones tácticas. Otro artilugio legal hizo de las suyas. No sabemos si por las buenas o por las malas, pero lo cierto es que se vulneró esa regla. Fue una “votación tramposa”, tal como la definió, con sutil ironía, el abogado Rodrigo Correa. Es imposible anticipar si esta estratagema funcionará. Pero el precedente es arriesgado. Solo cabe esperar que, entre tanto tira y afloja, prevalezca la iuris prudentia.

Si la amenaza del bloqueo del tercio de derecha desapareció después de las elecciones, cuesta comprender que una estigmatización de la derecha impida ver la realidad. La política se mueve como si la derecha fuera un todo homogéneo, un enemigo al frente que debe ser destruido incluso a costa del Estado de Derecho. La realidad es otra: hay un grupo de convencionales del PC que no suscribió el “Acuerdo por la Paz y una nueva Constitución”. Es evidente que se suben al carro constitucional con otras intenciones. Hay otros que simplemente no creen en los límites constitucionales. Pero allí están, torciendo las reglas, moviendo los cimientos de la Convención, avanzando como constituyentes que se convierten en destituyentes. Así se va socavando la democracia liberal al ritmo del poder.

En Chile pareciera que de la hegemonía de las reglas y la economía hemos saltado a la hegemonía de la política. De las reglas a las artimañas. De los números a las promesas. El gran Maquiavelo nos recuerda que la política es poder. Sabemos que el poder corrompe. Por lo tanto, una dosis de realismo republicano también es saludable.

Autores
  • Leonidas Montes

    Director CEP